viernes, 8 de febrero de 2008

2. LOS TURBIOS ORÍGENES






Heredamos de nuestros padres el color de la piel y del pelo, la forma del cuerpo, los gestos, y también la capacidad de hablar y el idioma, aunque este último legado se realice en un periodo de unos tres años que se extienden entre los dos y los cinco años, y pueda quedar encomendado a otras personas.
Nadie, aunque muchos lo hagan, debe considerar que una raza es superior a la otra, o determinado tipo estético más admirable que otro, porque todos nacemos en los mismos paños y esa igualdad la recuperamos en la sepultura. No hay razón alguna para menospreciar a una lengua frente a otra. Los mismos derechos tiene el hablante de aranés que el de chino, aunque el primero se encuentre con unas cuatro mil personas que hablan como él, y el otro con miles de millones.
Con nuestra herencia lingüística damos nombre al mundo que nos rodea, forma a nuestros primeros pensamientos, dimensión los primeros sentimientos y perfiles a nuestro entorno. Todas las lenguas del mundo, que son muchas, pueden proporcionar tales bienes. Y si alguna no lo hace es porque la sociedad que la sustenta no siente la necesidad de que así se manifieste. Si en algún momento necesitara hacerlo, la lengua proporcionaría los recursos necesarios para que así sucediera. Los hablantes tenemos la lengua que necesitamos, ni más ni menos. Y su uso se extiende o restringe en función de las exigencias del entorno.
Esa lengua transmitida se convierte, salvo modificaciones o desplazamientos en la vida del individuo, en la lengua primera, en la que se refugian las palabras de amor, en la que se expresa el odio, la que sustenta los proyectos, los deseos y los proyectos. Permanece dominante sobre las demás y se alza durante todo el periodo de la vida como la modalidad comunicativa de referencia. Las otras que ingresan durante el camino lo hacen como estructuras añadidas. Unas veces son el resultado de un aprendizaje necesario para la vida intelectual o laboral, otras mantienen el contacto con lenguas vecinas, y otras son el resultado de un anhelo comunicativo con las personas queridas. Los niveles de destreza son muchos y diversos pero casi siempre queda un sustrato fiel que identifica al individuo con su lengua heredada.
¿Y qué hacemos con la lengua heredada? Es un error pensar que los lingüistas o los escritores la utilizan mejor que la gente común porque todos, en todos los niveles sociales, tenemos una especial sensibilidad ante la lengua según las situaciones, las emociones o la habilidad expresiva. Tan interesante o aburrido puede ser el discurso de un académico, de un orador como la templada voz de la tía Antonia de Villanueva del Condado cuando le relata a la vecina lo acontecido aquella mañana en el mercado. No hay personas más propietarias de una lengua que otras, sino modos de expresión. La lengua es el instrumento y en ella se refugian nuestras emociones. Podemos transmitir alegría, tristeza, amor y odio sin que aparezca en las palabras significado alguno relacionado con ello. Todos modelamos la voz, elegimos el discurso, secuenciamos la frase, incluimos los silencios con el fin de transmitir lo que llevamos dentro… Y cuando más nos esforzamos por conseguir un discurso elegante, más solemos alejarnos del encantador mensaje que contiene la naturalidad en los usos lingüísticos. La metáfora, la ironía, el ingenio y miles de recursos más son ajenos a los procedimientos academicistas y mucho más propios de la personalidad del hablante. Todos tenemos la posibilidad de utilizarlos aunque en su uso oral las posibilidades de que queden como ejemplo conservados en el tiempo son más limitadas. El hábil uso de la lengua refleja la personalidad del hablante y no depende de sus conocimientos escolares. El lingüista describe la lengua y las lenguas, los usuarios las manejan y son los verdaderos artífices de su uso. - Rafael del Moral

sábado, 2 de febrero de 2008

Publicaciones
















RAFAEL del MORAL
Escritor - Profesor de literatura
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Móvil: +34 636 311 261
Correo: rdelmoral@wanadoo.es


PUBLICACIONES

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LENGUAS DEL MUNDO, Rafael del Moral, Editorial Espasa, Madrid, 2002 – 668 páginas.
I.S.B.N.: 84-239-2475-0. Estudio, situación y análisis de las lenguas de la humanidad de todos los tiempos: historia, dominios, hablantes y caracteres lingüísticos. Mapas, gráficos, esquemas y tres amplios índices: geográfico, gramatical y de lenguas-dialectos-variedades.
ENCICLOPEDIA DE LA NOVELA ESPAÑOLA, Rafael del Moral, Editorial Planeta, Barcelona, 1999, 712 páginas. I.S.B.N.: 84-08-02666-6. Análisis, argumento y crítica de unas 700 novelas, acompañado de abundante información bibliográfica y de tres minuciosos índices: cronológico, de autores y de personajes novelescos.

DICCIONARIO TEMÁTICO DEL ESPAÑOL, Rafael del Moral, Editorial Verbum, Madrid, 1998 – 569 páginas. I.S.B.N.: 84-7962-099-4. Clasificación en campos semánticos de unas 60.000 palabras y expresiones de la lengua española, acompañada de dos grandes índices para facilitar la búsqueda de voces específicas. Moderno diccionario ideológico inspirado en el Roget’s Thesaurus of English words and phrases.

MANUAL PRACTICO DEL VOCABULARIO ESPAÑOL, Rafael del Moral, Editorial Verbum, Madrid, 2001 – 134 páginas. I.S.B.N.: 84-7962-202-4. Libro de ejercicios propuestos como práctica para ampliar el vocabulario. Basado en los campos semánticos del Diccionario Temático del español.

DICCIONARIO PRÁCTICO DEL COMENTARIO DE TEXTOS LITERARIOS. Segunda edición, Rafael del Moral, Editorial Verbum, Madrid, 1996 – 285 páginas. I.S.B.N.: 84-7962-071-4 para la primera edición. I.S.B.N.: 84-7962-296-2 para la segunda edición. Definición, ejemplos y sugerencias para el análisis de más de 450 términos habituales en el comentario de texto: métrica, géneros literarios, figuras retóricas, movimientos literarios, técnicas narrativas, estilo...


MANUAL PRÁCTICO DEL ESPAÑOL COLOQUIAL, Rafael del Moral, Editorial Verbum, Madrid, 2003 – 206 páginas. - I.S.B.N.: 84-7962-254-7 - Comprensión y uso de las 250 expresiones coloquiales más utilizadas en nuestros días, enriquecidas con una amplia variedad de ejercicios para su correcto uso.


MADRID COMO ESCENARIO LITERARIO DE LA NOVELA ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA, Rafael del Moral, Universidad Complutense, Madrid, 1991, 606 páginas. Depósito Legal: M-5804-1991 - Análisis, crítica y valoración de un centenar de novelas aparecidas entre 1939 y 1975 y ambientadas en la ciudad de Madrid. Tesis doctoral.


TRAFALGAR. Benito Pérez Galdós - Rafael del Moral, Editorial Mare Nostrum, Madrid, 2002, 177 páginas. I.S.B.N.: 84-95509-49-0. Edición crítica con introducción, comentario literario e histórico, notas a pie de página, amplia variedad de índices y ejercicios. El libro está especialmente preparado para estudiantes de literatura.

EPISODIOS NACIONALES. PRIMERA SERIE. Benito Pérez Galdós. Rafael del Moral. Editorial Mare Nostrum, Madrid, 2004, 304 páginas. I.S.B.N.: 84-96391-01-9. Edición crítica con introducción, comentario histórico y literario, notas a pie de página y amplia variedad de índices para una correcta interpretación de la guerra de la Independencia.
METODOLOGÍA DE LA ENSEÑANZA DEL FRANCÉS. Rafael del Moral. Preparación académica a distancia, C.E.N., Madrid, 1991. 312 páginas. Depósito Legal: M-21513-93. Desarrollo de los temas de Metodología del Temario de oposiciones de profesores para Enseñanzas Medias.
DICCIONARIO IDEOLÓGICO. Atlas Léxico de la Lengua Española. Rafael del Moral. Editorial Herder. 540 págs. I.S.B.N. 84-0000-00-0 - Clasificación en 1600 campos semánticos de unas 250.000 palabras del español de todos los tiempos y de todos los píses hispanos.
BREVE HISTORIA DE LAS LENGUAS DEL MUNDO. Rafael del Moral. Editorial Espasa, I.S.B.N. 00-00000-00-0.

ACTAS DEL XXXV CONGRESO INTERNACIONAL DE LA ASOCIACIÓN EUROPEA DE PROFESORES DE ESPAÑOL. Rafael del Moral. Publicaciones de la AEPE, Almería, 2001 - Depósito Legal: AL-177-2001. Edición de las conferencias, ponencias y mesas redondas del citado congreso.

Traduccion de «HITCHCOCK / TRUFFAUT. EDICIÓN DEFINITIVA» Original de Hitchcock y Truffaut. Rafael del Moral. Madrid, Editorial Akal, 1991, (309 páginas). I.S.B.N.: 84-460-0046-6. Traducción al español de una de las más significativas obras sobre el arte cinematográfico.
Traducción de MI VIDA Y MI CINE de Jean Renoir. Rafael del Moral. Madrid, editorial Akal, 1993. (279 páginas). I.S.B.N.: 84-460-0110-1. Traducción de la autobiografía cinematográfica del acreditado cineasta francés.
MARTA Y LOS OTROS. Rafael del Moral. Novela. Ed. Tal vez, I.S.B.N. 00-00000-00-0
AIRES DE TÍMIDA DONCELLA. Rafael del Moral. Novela. Calibán Editores. I.S.B.N. 00-0000-00-0

¿Qué es una lengua?

1. ¿Qué es una lengua?

El ruso, el chino o el francés son lenguas. El osético, el uiguro o el alsaciano son también lenguas de Rusia, China y Francia respectivamente, pero mucha gente no sabría si llamarlas dialectos. La denominación se complica si hablamos del ibicenco, que es el catalán de Ibiza, el vizcaíno, que es el vasco de Vizcaya, o el aranés, que es el occitano hablado en el español valle de Arán. Una lengua, como una casa o una montaña, o un pensamiento, es un concepto tan cercano que no necesitamos explicación. Si dos personas se entienden con la articulación verbal quiere decir que hablan la misma lengua. Este principio elemental las define. Cuando dos personas no se entienden, decimos que hablan lenguas distintas.
Parece como si la opinión más generalizada entre la gente, con todo lo que supone interpretar algo que nace de oídas, es la de considerar que las lenguas son códigos descritos en una gramática (generalmente la sugerida por la Academia de la Lengua) de estudio obligatorio en una nación y regido por un estado que lleva el mismo nombre que la lengua: español para España, portugués para Portugal, francés para Francia, italiano para Italia y alemán para Alemania… Alguna vez hemos tenido la intención de llamar suizo a la lengua de Suiza, e indio a la de la India y australiano a la de Australia, pero esas lenguas no existen, ni tampoco el senegalés, ni el venezolano, ni el belga… Y por el contrario, en España, Francia e Italia lenguas como el gallego, el corso o el siciliano carecen de identidad generalizada en el país, aunque puedan estar más o menos reconocidas por las autoridades regionales.
Y no acaban ahí los desajustes. La coincidencia entre territorio político y dominio lingüístico es prácticamente inexistente. Solo algunos pequeños países o estados como Mónaco (francés) o San Marino (italiano) tienen una sola lengua extendida por su territorio.
El concepto de dialecto aparece en el pensamiento y expresión de los hablantes siempre que esos cánones preconcebidos no se ajusten al concepto estandarizado de lengua. La multitud de variedades del occitano, las lenguas latinas de Italia que no alcanzaron el prestigio y dimensión literaria alcanzado por el toscano, luego llamado italiano, así como todas aquellas lenguas que no tienen un estatus nacional son llamadas dialectos, por mucha gente, y concebidos como lenguas menores, o lenguas que no han desarrollado su identidad.
Desde el punto de vista sociolingüístico es mejor llamar dialecto a cualquier lengua con respecto a aquella de donde procede. Así, el portugués y el sardo son dialectos del latín, y el andaluz y el murciano tal vez sean un día dialectos del español, cuando se distancien más, pero de momento solo los lingüistas suelen llamarlos variedades del español, es decir, modos de hablar que tienen o no la posibilidad de convertirse algún día en lengua. Mientras tanto, el concepto de dialecto para una lengua de menor consideración social que otra queda suprimido, porque todas las lenguas merecen el mismo respeto y miramiento, aunque no todas lo tengan.
Las lenguas, grandes o pequeñas, y cuanto más extendidas en mayor cantidad, están fragmentadas en variedades. El vasco tiene, según muchos estudios, siete variedades orales, algunas de ellas son dialectos porque tienen difícil comprensión entre sus hablantes. El murciano, el extremeño, el mexicano, el venezolano son variedades orales del español, pero sin dificultad alguna para la intercomprensión. Los hablantes de español se ajustan a una norma escrita que es única a todos ellos gracias a la normalización lingüística, es decir, a los acuerdos tomados entre los distintos países que hablan español para su generalización. El español hablado en Madrid o, en sentido más amplio en Castilla, no es sino una de las variedades dentro del amplio dominio lingüístico. Las fronteras entre las distintas variedades no son trincheras lingüísticas, sino zonas progresivas donde unas realizaciones de la lengua conviven con otras. Algo parecido sucede con las variedades sociales, es decir, con los rasgos que distinguen las clases bajas de las acomodadas o burguesas. La diferenciación es gradual. En una y otra dimensión, cuando en ese continuum llegamos a situaciones límite como el espanglish, que mezcla al español con el inglés, podemos pensar en la aparición de otra lengua. En este sentido podríamos decir que una lengua es un dialecto que ha conseguido arraigar. En la historia del latín, dialectos de aquella lengua como el leonés, el navarro y el aragonés, y otros muchos, quedaron a medias, frustrados en su evolución porque no consiguieron echar raíces. Todavía se conservan algunos restos, más o menos evidentes, de aquellos conceptos de lengua. El franciano, como el toscano o el castellano, no eran sino dialectos del latín en Francia, Italia y España, y aquellos modos se alzaron frente a los demás, sin que nadie los impusiera, para convertirse en lenguas nacionales gracias a una circunstancias políticas y económicas que favorecieron su difusión. No quiere esto decir que el castellano, el franciano o en toscano tuvieran cualidades intrínsecas por encima de los otros dialectos del latín de sus regiones.
Para los lingüistas, y este es un principio generalmente aceptado, la lengua es el conjunto de todos los dialectos, repartidos en el espacio social o regional que asegura una intercomprensión suficiente entre los hablantes respectivos. En este sentido, el francés hablado en París no es sino una de las variedades de la lengua francesa, de la misma manera que el inglés de Londres o el ruso de Moscú con respecto a sus propios espacios. Diríamos así que el español es la suma de las variedades del amplísimo dominio de nuestra lengua, desde los territorios de español como lengua materna en Estados Unidos hasta las hablas del sur de Chile, de Cádiz o Asturias. No debemos concederle más prestigio al español de Valladolid que al de Buenos Aires. Ambos son variedades de una lengua común, repletas de características que contribuyen a engrandecer el legado lingüístico del español a través de los siglos.
A veces las razones políticas se imponen a las lingüísticas. El danés, el sueco y el noruego son lenguas ampliamente comprensibles entre sus hablantes, pero nadie las concibe con un nombre común, que podría ser el nórdico. Lo mismo sucede con el serbio y el croata, prácticamente idénticas, pero separadas por el distanciamiento social entre sus hablantes; o entre el hindi y el urdu, aparentemente alejadísimas por el uso del alfabeto devanagari y el árabe, pero esencialmente las mismas. Por el contrario, se considera, por voluntad de sus hablantes, que las distintas variedades del eusquera constituyen una misma lengua, aunque no siempre sus hablantes se entiendan entre sí.
La jerarquización que suele establecerse, en los juicios de la gente en general, entre lenguas y dialectos, entre grandes lenguas y lenguas modestas, entre lenguas nacionales y lenguas regionales solo tiene fundamento en la desigualdad de su reconocimiento administrativo. Lenguas como el tártaro o el chuvacho, extendidas en Rusia, el tigriña o el aimara habladas en Etiopía, el calabrés italiano o el alsaciano francés cuentan con amplio número de hablantes, pero con un abandono administrativo por parte de las autoridades de sus respectivos dominios lingüísticos. Otras lenguas como el luxemburgués o el romanche de Suiza, protegidas por las leyes, viven con el apoyo social, la consideración y la categoría que toda lengua, en el sentido más generalizado de la palabra, merece.
La lengua es un rasgo del individuo. En esa continuidad que acerca unos modos de hablar a otros, decimos que existe una lengua allí donde los hablantes sienten que existe.